Si en la actualidad disfrutamos del camino de Santiago tal y como lo conocemos ahora es gracias, sin duda ninguna, al Codex Calixtinus. Este manuscrito fue el que, de alguna manera, legitimó para los siglos de los siglos este ancestral camino.
Como ya hemos contado en anteriores entradas el Arzobispo de Compostela Diego Gelmírez fue el primer promotor de la cultura Jacobea. Él hizo de su vida un empeño personal por conseguir que esta ruta peregrina fuera una de las más importantes de la cristiandad. De hecho hay estudios que dicen que fue su influencia y amistad con el Papa Calixto II la que promovió de manera definitiva la realización del Iacobus Codex Calixtinus y que fuera posible el apoyo singular que este Papa peregrino tuvo con el mundo Jacobeo.
El libro V o "Liber Peregrinationis" supuso la oficialización de esta ruta y la legitimación eclesiástica al camino de Santiago que hasta ese momento había tenido una transmisión de peregrino a peregrino más popular que religiosa, ya que era la tradición oral la que mantenía esta ruta con máxima vigencia. El Códice Calixtino daba carta de legitimidad con la garantía papal, que en aquella época era un aldabonazo definitivo.
La guía del peregrino pretendía ser una referencia para cualquier viajero que iniciase su aventura en aquella difícil época. En ella el creyente encontraba recomendaciones acerca de las gentes del camino, sitios donde hospedarse, peligros a los que se podían enfrentar, sitios donde comer o hasta ríos en los que el agua y el pescado eran buenos y sanos.
En el capítulo I habla de los diferentes itinerarios que pueden seguir los caminantes, tanto en la parte francesa como, por supuesto, en la península ibérica. Nos cuenta que: "Pasado el Port de Cize se unen en el Puente de la Reina a la ruta que pasa por Somport, formando desde allí un sólo camino hasta Santiago".
En el capítulo II divide el itinerario en etapas. Curiosamente lo hace en 13 etapas y no en 31 como en la actualidad, probablemente porque en aquella época el camino se hacia a lomos de un caballo, o porque Aymeric Picaud pertenecía a una clase social que podía permitirse el lujo de tener ese medio de transporte. Para los que hemos hecho el camino sabemos que es muy duro hacerse una jornada de Villafranca a Triacastela.
En el capítulo III nos detalla todas las ciudades y pueblos más importantes del camino de manera rápida, de tal forma que como dice el propio autor: "El motivo de la rápida enumeración de las localidades y etapas que preceden, ha sido para que los peregrinos, con esta información, se preocupen de proveer a los gastos de viaje, cuando partan para Santiago".
En el capítulo IV nos numera los tres hospitales más importantes de la cristiandad: el de Jerusalén, el de Montjoux y el de Santa Cristina en Somport, de vital importancia para los peregrinos ya que en aquella época el acceso a la sanidad era un privilegio de reyes.
En el capítulo V reconoce y agradece el mérito de algunos constructores que ayudaron a rehabilitar el camino de Santiago, desde sus puentes a sus hospitales, con la ayuda y financiación del Arzobispo de Santiago, el Papa Calixto II o el rey Alfonso. Con lo que confirma que había una campaña "institucional" para darle vigor al camino de Santiago.
El capítulo VI es el dedicado a los ríos. Aquí es dónde está el famoso pasaje de "los navarros" en el que narra como estos al ser preguntados por la salubridad del río Salado, estos respondieron que era sano y bueno, en ese mismo momento los caballos de los peregrinos murieron y los navarros aprovecharon para "desollar" a los animales. Por el contrario más adelante habla del río Ebro como "río sano y de ricos peces". Comenta también que la vaca y el cerdo de España y Galicia provocan enfermedades a los extranjeros. y como curiosidad cuenta como los peregrinos franceses antes de llegar a Santiago en un paraje del río Labacolla "se quitaban la ropa, por amor al Apóstol, solían lavarse no sólo sus partes, sino la suciedad de todo el cuerpo". De tal forma que en este capitulo el guía pretende asesorar al caminante acerca de dónde beber agua él su cabalgadura.
En el capítulo VII este capitulo es una tratado de geografía política de la época además de un maravilloso manual de sociología de la gente del siglo XII. No sólo nos describe las diferentes regiones si no que además hace un detallado relato de como son los pueblos de cada una de ellas, dando detalles como que en Burdeos utilizan un lenguaje rústico, o que en la Landas bordelesas falta pan, agua, vino, carne o que si viajas en verano por esas zonas te protejas de los tábanos y las avispas. De los gascones dice que son: "ligeros de palabra, parlanchines, burlones, libidinosos, borrachines, comilones, desastrados en su indumentaria, faltos de joyas, pero hechos a la guerra y significados con la hospitalidad con los necesitados". Habla de los temidos recaudadores del portazgo, que cobraban peajes al paso de puentes o ríos que debían cruzar con barcas y que estafaban a los peregrinos. Y denuncia a los consentidores como por ejemplo el Vizconde de San Miguel, dando incluso reprimenda a los clérigos que dan eucaristía a estos pecadores. En este interesante capítulo habla de Carlomagno y de su paso por Roncesvalles o de como los navarros visten como los escoceses, de las características de lenguaje, haciendo hasta un pequeño diccionario en el que cuenta que dueño de la casa se dice echea. Para no hacer demasiado largo este post, dedicaremos más adelante uno para este capítulo que es una verdadera fuente de información medieval.
En el capítulo VIII hace mención a los santos que el buen peregrino debe visitar en su camino hacia la tumba del Apóstol como San Cesareo, San Honorato, San Agustín y multitud de Santos de los que cuenta vida y milagros.
En el capítulo IX llega el turno de Santiago y su maravillosa basílica de la que da completa información de sus pórticos, vidrieras, capillas y naves. Especial mención a las puertas septentrional y meridional a las que dedica un detallado recorrido por sus figuras y composiciones. Curiosa la parte en la que habla del sepulcro, ya que dice el manuscrito que el cuerpo es inamovible como ya comprobó el Obispo de la ciudad San Teodomiro, dando a entender que es imposible que otras ciudades reclamen parte de las reliquias que dicen guardar del cuerpo de Santiago apóstol. Dato que llama la atención es poder comprobar el nombre de los maestros canteros que realizaron esta maravilla.
En el capítulo X menciona los canónigos y como reparten las ofrendas al altar.
En el capítulo XI y como cierre de este libro hace un preciosa mención al trato que se debe dispensar a los peregrinos que acuden a ver el sepulcro del Apóstol, que por su emotivo contenido reproducimos literalmente:
Todo el mundo debe recibir con caridad y respeto a los peregrinos, ricos o pobres, que vuelven o se dirigen al solar de Santiago, pues todo el que los reciba y hospede con esmero, tendrá como huésped, no sólo a Santiago, sino también al mismo Señor, según sus palabras en el evangelio: "El que a vosotros recibe, a Mí me recibe". Hubo antaño muchos que incurrieron en la ira de Dios por haberse negado a acoger a los pobres y a los peregrinos de Santiago. En Nantua, una villa entre Ginebra y Lyón, a un tejedor se le cayó súbitamente al suelo el paño, rasgado por medio, por haber rehusado dar pan a un peregrino de Santiago que se lo pedía. En Vilanova, un peregrino de Santiago, necesitado, pidió limosma por amor de Dios y de Santiago, a una mujer que teniendo el pan todavía entre las brasas calientes, le dijo que no tenía pan. El peregrino le dijo: "¡Ojalá el pan que tienes se te convierta en piedras!".Se fue el peregrino de su casa, y estaba ya lejos de ella, cuando se acercó la mujer a las brasas con intención de coger el pan y en su lugar encontró una piedra redonda. Arrepentida de corazón se fue tras el peregrino, pero no lo encontró. Volviendo sin recursos en cierta ocasión de Santiago, dos nobles galos pidieron hospedaje por amor de Dios y de Santiago, en la ciudad de Poitiers, desde la casa de Juan de Gautier hasta San Porcario, sin encontrarlo. Al fin se hospedaron en la última casa de aquella calle, junto a la iglesia de San Porcario, en casa de un pobre; y he aquí que por venganza divina,un voraz incendio abrasó toda la calle desde la casa en que primero habían solicitado hospedaje, hasta aquella en la que se hospedaron. Y eran unas mil casas. Pero la casa en que se hospedaron los siervos de Dios, por gracia divina quedó intacta. Por lo que se debe saber, que los peregrinos de Santiago, pobres o ricos, tienen derecho a la hospitalidad y a una acogida respetuosa."